Una vez más, durmiendo volví al bosque. Era montañoso, porque recuerdo que el terreno subía y bajaba. Me perseguían cazadores, aunque no sé si eran simplemente humanos. Entonces me ecnontré corriendo, pero yo no era un humano, era un ciervo, y corría rápido, no era problema para mí ni las ramas ni el terreno, era un cuadrúpedo que saltaba por el suelo boscoso. Pero al encontrarme frente a una bajada muy empinada de pronto estaba volando;(por los Dioses, que belleza de sensación para despertarse); era un búho, o tal vez otro ave, no lo sé a ciencia cierta porque no podía ver mi cuerpo, simplemente sabía que era un ave y me deslizaba entre los árboles, planeando. Me tuve que esconder. No sé en qué me convertí, pero era algo pequeño, porque me escondía, y pude ver a varios humanos acércandose, al final de la bajada. A partir de eso algo me despertó.
Dos animales que se repiten en mis sueños, entonces, y ambas ocasiones en el bosque. En una ocasión, caminaba entre un montón de árboles muy delgados y muy altos, cuyas ramas empezaban a asomarse muy arriba, cerca de las copas. Y en casi todas ellas, había todo tipo de búhos y lechuzas, mirándome, muy silenciosos. En algún punto, ya no estaba caminando, estaba en una rama y era un de ellos. Desplegué mis alas y me dejé caer, justo antes de despertar.
En la segunda ocasión, de vuelta entre árboles, peleé con un ciervo, no por odio ni por miedo, pero trataba de agarrarlo por el cuello y dominarlo, era un animal muy fuerte y caíamos juntos y nos revolcábamos por la tierra. Como dije, no había odio, pero sí mucho sentimiento. Era, por alguna razón, muy importante para mí vencerlo. Creo que me desperté antes de llegar a un final, y si concluyó, no lo recuerdo.
Letras partidas a cuchillo, sangrantes sobre una tabla virtual. Cáscaras de remolacha, semillas y frutas danzando circularmente en las manos... incluso fuera de nuestros propios bordes, los sabores se desparraman por la mesa e invaden con su aroma el resto de las habitaciones
sábado, 14 de diciembre de 2013
viernes, 15 de noviembre de 2013
Flores y peces
El sol
se chorrea en la espalda
de
quienes caminamos.
La
tarde cae sobre los techos de constitución
y en
los andenes corremos
porque
alguien más corre.
Las
filas enormes de gente dibujan
serpientes
en la plaza.
El día
cae sobre las espaldas apiladas
y en la
esquina un semáforo rojo
entrechoca
y esquiva pisadas.
Entonces,
la siesta no buscada
los
SÚPER panchos,
los
heladosenvasotressabores a ocho pesos
las
monedas para los hijos del hombre que tiene SIDA! (grita)
y las
mujeres con bebés a upa, pasando por cada asiento
las
gaseosas
los
pebetes
y el
chipá -calentito, caserito, el chipá-
la moneda que pido honradamente porque no me
dan trabajo
El sol
entra de costado por los perfiles en la ventana
que
miran allá, que no miran
o sólo
se sacuden con el vaivén del vagón
como
nos sacudimos
con
cada final de día, los sueños de la mañana.
Entonces,
la parada
la tuya
el
camino hasta tu puerta, el hilo
de agua
que aún corre por la espalda.
Unos
segundos antes, me paro en el estribo
veo la
luz de la ciudad
que se
disputa con la noche.
El
cielo que no dice nada
me
invita
a
dejarme llevar por la luna.
Un
señor reparte un fragmento de la biblia
y
anuncia
la
llegada de Cristo
después
del diluvio.
Habla
y su
voz se funde con el freno.
Mientras
tanto,
me
crecen
flores
y
peces.
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crónicas de zapatillas
martes, 8 de octubre de 2013
Sentir, sentir, saber
Sentir el instante, la sangre
apretando el pecho. Memoria y deseo reunidos en un pedacito de aire, que entra
y sale. Ya no soy la misma.
Sentir quién soy. Una mujer que
apenas descubre la vida, la fragilidad de los días y de las palabras. Una
persona que ríe casi siempre y llora casi a solas. Amante hasta las estrellas
pero con fallido amor propio (¿qué amor será entonces el que escribo?). Lluvia
con sol, casamiento de una bruja, viernes 13. Manos verdes que saben de plantas.
Palabras repetidas para distintos instantes, palabras repetidas para un mundo
que muta.
Saber que algo de mí depende de
mi trabajo, de mis ideas y de mi autodisciplina. Saber también que todo eso
depende de mi corazón, de la posibilidad de transitar alegremente el tiempo. No
olvidar lo bien que hace bailar, soltar la carcajada o caminar en la montaña.
No olvidar lo que me gusta de
cada persona, lo que amo de cada persona. Pero saber con certeza que en el
camino estoy sola. Con mi fragilidad y mi risa, con las palabras, el sol, la
lluvia, los viernes y las plantas. Olvido repetido que muta. Sentir, sentir,
saber. Sacar la fuerza de donde parece no estar.
Y seguir caminando.
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hablando de más
jueves, 18 de julio de 2013
Casualidad/1
- Siempre con la misma cara vos, haciéndote el acordeón y sintiéndote como una guitarrita de una cuerda. ¿No te aburre? - la miró con furia, sin saber qué responder ante una tajada de ese tamaño. Luego se calmó y supo que ella tenía razón.
- Siempre molestando a esta hora, vos. Prefiero seguir caminando en silencio - y se alejó, sintiendo la sonrisa de la Diosa clavada en su nuca.
Porque la Fortuna aparece cuando los soñadores caminan muy lejos de sus pies para reirse de sus intentos de controlar el destino. Y así recuerdan que, como todos, están atados a su suerte.
- Siempre molestando a esta hora, vos. Prefiero seguir caminando en silencio - y se alejó, sintiendo la sonrisa de la Diosa clavada en su nuca.
Porque la Fortuna aparece cuando los soñadores caminan muy lejos de sus pies para reirse de sus intentos de controlar el destino. Y así recuerdan que, como todos, están atados a su suerte.
miércoles, 12 de junio de 2013
Nocte Somnia/2
En el edificio 7 del Alto, apodado "Casa Mapu", había un total de diecinueve habitaciones aptas para ser habitables, con una capacidad máxima de tres o cuatro personas cada una, lo que debería significar que vivían alrededor de setenta y seis personas. Pero en realidad, fuera de los registros del gobierno sureño, la comunidad estaba compuesta por al menos cientocincuenta ántropos que con el paso de los años habían conseguido hacerse un lugar menos frío que la intemperie dentro de la mole de cemento. Ninguna de las habitaciones tenía menos de seis personas durmiendo dentro, y eso era en los casos que habían conseguido trabar las puertas de chapa con suficiente fuerza para no despertarse con un nuevo inquilino. Pero la pobreza se había vuelto creativa con el paso de los años, y en cada hueco que pudiese albergar un cuerpo contra el viento nocturno ahora dormían los desechos que dejaba Puerto Sur, la mayoría simplemente estaba días y días picando un hueco en las paredes donde se acostaban y tapaban con cartón. Los más hábiles había construido en los espacios de cada piso donde hace muchos, muchos años subía y bajaba el ascensor; aunque estos tenían el peligro constante que los pisos de chapas sostenidos por vigas de hierro que colocaban se desmoronasen por el peso de sus ocupantes o por el de un vecino cayendo en picada. No sería la primera vez, decían las viejas del tercer piso, pioneras del barrio, dinosaurios de una época olvidada que ya nadie recuerda.
Pero lo que nadie sabía en todo El Alto, ni siquiera en el mismo Casa Mapu, era que una persona tenía una habitación entera para ella sola. Con dos ambientes. Y tenía ese lujo porque era un cuarto muy bien escondido, tanto a la curiosidad de los internos como de la vista de los edificios en los alrededores. Ella era muy astuta.
El maldito viento de Tierra Sur estaba particularmente gélido, sentía mientras pensaba en su casa, sentada en el banco de la plaza Belgrano. Quería volver a su santo refugio, el tesoro más grande que podía tener en un lugar como ése. "Me cago en la gente violenta" se dijo mentalmente. Hacía un par de semanas que en el quinto piso habían matado a golpes a un grupo de obreros para quitarles el cuarto. En las noticias decían que los tipos se habían emborrachado con licor de coca y habían olvidado atrancar sus puertas, y cuando la gente del pasillo sintió el calor de adentro enloquecieron. Ella había tenido suerte de no estar ahí esa noche, pero el resultado de la masacre fue un montón de milicos dando vueltas por el edificio y muchos más ántropos esperando a que liberen el cuarto para ocuparlo. "Demasiado riesgo volver" se dijo cuando vio la situacion del 7 "Me tengo que aguantar vivir en la calle unos días". Pero esos días ahora sumaban dos largas semanas temblando en las plazas. Se concentró tanto en su propio frío que no anticipó lo que se acercaba caminando a la vuelta de la esquina.
Pero lo que nadie sabía en todo El Alto, ni siquiera en el mismo Casa Mapu, era que una persona tenía una habitación entera para ella sola. Con dos ambientes. Y tenía ese lujo porque era un cuarto muy bien escondido, tanto a la curiosidad de los internos como de la vista de los edificios en los alrededores. Ella era muy astuta.
El maldito viento de Tierra Sur estaba particularmente gélido, sentía mientras pensaba en su casa, sentada en el banco de la plaza Belgrano. Quería volver a su santo refugio, el tesoro más grande que podía tener en un lugar como ése. "Me cago en la gente violenta" se dijo mentalmente. Hacía un par de semanas que en el quinto piso habían matado a golpes a un grupo de obreros para quitarles el cuarto. En las noticias decían que los tipos se habían emborrachado con licor de coca y habían olvidado atrancar sus puertas, y cuando la gente del pasillo sintió el calor de adentro enloquecieron. Ella había tenido suerte de no estar ahí esa noche, pero el resultado de la masacre fue un montón de milicos dando vueltas por el edificio y muchos más ántropos esperando a que liberen el cuarto para ocuparlo. "Demasiado riesgo volver" se dijo cuando vio la situacion del 7 "Me tengo que aguantar vivir en la calle unos días". Pero esos días ahora sumaban dos largas semanas temblando en las plazas. Se concentró tanto en su propio frío que no anticipó lo que se acercaba caminando a la vuelta de la esquina.
domingo, 9 de junio de 2013
¿soy un pájaro?
¿soy un
pájaro?
¿una rama que se
desnuda en el otoño?
qué…
¿soy
unas cuántas palabras?
¿una manzana a medio comer?
¿es la vida
…la sustancia que me hace volar,
me desnuda
me escribe
y me come a pedazos?
qué
vuelo lento, qué vestimentas débiles
qué
pocas letras, qué apetito eterno
¿quién
seré…
cuándo de mi no queden más que
plumas
más que viento
que palabras
semillas?
¿quién
será capaz de hacerme volar, de desnudarme?
¿quién
será capaz de leerme, de comerme a pedazos?
¿quién,
cuando de mi no quede más?
¿la
vida?
jueves, 6 de junio de 2013
Nocte somnia /1
No hay nada de malo en los martes, pensaba el tipo, mientras tomaba un porrón de cerveza. El bar era un velorio, sonaban canciones demasiado conocidas y había pocas caras fuera de lo habitual. Un día de semana a la noche. Pero no tenía nada de aburrido, para la mente que encuentra placeres donde no los hay, para el cuerpo que se regocija con pequeñeces. Es por eso que la Red Läger estaba tan buena, las personas hermosas y hasta el sucucho que cumplía la función de 'baño' parecía oler a flores, y eso que definitivamente era un espacio que no había descubierto jamás la invención del desodorante de ambiente. La barra era el único lugar con madera real, las mesas y sillas eran de plástico y las bebidas se acomodaban en estantes de hormigón, haciendo juego con todo el lugar. El techo era de madera artificial, un amargo recuerdo de cuando abundaban los árboles en las casas de Tierra Sur. Pero ese mostrador, pequeño y viejo, era de pino canada, era un placer para el tacto. Concentrado estaba acariciándolo, hasta que lo interrumpieron dos situaciones que se le habían escapado durante el trance: la primera, la cerveza roja se había calentado; la segunda, más desconcertante, era que había alguien hablándole
- ¿Cómo? - debía tener cara de bobo cuando ofreció tan pobre respuesta. Esperaba, aunque no demasiado preocupado, que no estuvieran hablándole por mucho tiempo
- Je, preguntaba nomás qué había de interesante en la barra... Estás hace rato mirándola - sonrió ella. Entonces fue cuando pudo percibirla finalmente. Era una chica, joven y con mirada curiosa, que se había sentado a dos sillas de distancia y lo miraba apoyando su cabeza en su puño, descansando su codo sobre la madera de verdad. Antes de que responiera, el barman le trajo una pinta de cerveza recién tirada, ella pagó y se volvió para continuar con su pregunta. Pero la respuesta nunca llegó, porque en los dos minutos que dejó de prestarle atención, el tipo raro había desaparecido completamente. Se quedó perpleja. Miró por todos los pocos lados que podría estar una persona, pero ni rastro del chabón. ¿Lo habría asustado?
No hay nada malo en los martes, pensaba el tipo, mientras caminaba por la calle. Pocos son los boliches que ponen música fuerte, casi no hay autos ni gente, y sopla, como cada condenado día en el Sur, el gélido viento nocturno, un terrible contraste para el frío que congela la estepa hace años. Dejó que el aire se metiera en su cuerpo, se colara suavemente y diese un poco de vida al cuerpo. Era una pena lo de la chica, sabía bien que le había hablado por un genuino interés en conocerlo. Pero no fue su rostro o actitud la razón de la fuga, ni sus pechos o su cintura, fue tan sólo una palabra.
- Mirándola - sonrió para sí, y miró hacia el cielo. Era una pena, pero jamás podría haber conocido a alguien que creía que podía pasar tanto rato mirando una barra. Odiaba haber nacido así. Odiaba ser un dreamer. Al menos, las estrellas estaban todos lo días. Siguió caminando, como hombre que sabe todo, aunque caminaba sin esperarse ni por asomo lo que le esperaba a la vuelta de la esquina.
- ¿Cómo? - debía tener cara de bobo cuando ofreció tan pobre respuesta. Esperaba, aunque no demasiado preocupado, que no estuvieran hablándole por mucho tiempo
- Je, preguntaba nomás qué había de interesante en la barra... Estás hace rato mirándola - sonrió ella. Entonces fue cuando pudo percibirla finalmente. Era una chica, joven y con mirada curiosa, que se había sentado a dos sillas de distancia y lo miraba apoyando su cabeza en su puño, descansando su codo sobre la madera de verdad. Antes de que responiera, el barman le trajo una pinta de cerveza recién tirada, ella pagó y se volvió para continuar con su pregunta. Pero la respuesta nunca llegó, porque en los dos minutos que dejó de prestarle atención, el tipo raro había desaparecido completamente. Se quedó perpleja. Miró por todos los pocos lados que podría estar una persona, pero ni rastro del chabón. ¿Lo habría asustado?
No hay nada malo en los martes, pensaba el tipo, mientras caminaba por la calle. Pocos son los boliches que ponen música fuerte, casi no hay autos ni gente, y sopla, como cada condenado día en el Sur, el gélido viento nocturno, un terrible contraste para el frío que congela la estepa hace años. Dejó que el aire se metiera en su cuerpo, se colara suavemente y diese un poco de vida al cuerpo. Era una pena lo de la chica, sabía bien que le había hablado por un genuino interés en conocerlo. Pero no fue su rostro o actitud la razón de la fuga, ni sus pechos o su cintura, fue tan sólo una palabra.
- Mirándola - sonrió para sí, y miró hacia el cielo. Era una pena, pero jamás podría haber conocido a alguien que creía que podía pasar tanto rato mirando una barra. Odiaba haber nacido así. Odiaba ser un dreamer. Al menos, las estrellas estaban todos lo días. Siguió caminando, como hombre que sabe todo, aunque caminaba sin esperarse ni por asomo lo que le esperaba a la vuelta de la esquina.
jueves, 9 de mayo de 2013
Y si me debilito y me tropiezo con la misma piedra, ¿Quién va a levantarme? Ya no hay raíces para apoyarse, ni musas a la que aferrarse. Entonces, el acto de dirigir el pie con furia hacia la piedra parecería estúpido. Pero yo quiero tropezarme con esa piedra, y en vez de caer, romperme la pierna entera con tal de patearla bien lejos
domingo, 5 de mayo de 2013
viernes, 3 de mayo de 2013
Cómo sacude una tormenta.
Cómo
sacude una tormenta.
SEMANA
1/DESPUÉS
Cae la
tarde, la luz de afuera cede paso lentamente a las pantallas del interior. En
la vereda varias puertas se cierran desde afuera y las bicis parten rumbo a una
habitación seca. Mismas historias en las mismas veredas, colmadas de gente que
se desconoce.
Cierra
otra jornada de salvar las casas.
De
sacar y entrar muebles, lavar con lavandina, tirar, intercambiar dolores con
lxs vecinxs, salvar fotos o libros o plantas.
Cómo
sacude una tormenta.
Ya pasó
una semana y mi cuerpo parece no resistir más. Si no fuera por el corazón que
está tan lleno, tan abrazado.
Las
tardecitas-noches de regresar del día de limpieza de mi casa rumbo a otra, un
camino inusual a mis días: la costumbre rota.
18
DÍAS/DESPUÉS
Han
pasado dieciocho días de la tormenta y aún me encuentro en estado inusual,
revuelto. La intensidad de la lluvia y de los días posteriores aún hace eco en
mi cuerpo, en mis emociones.
El agua
en mi casa bajó a las 8 de la mañana del 3 abril, aún está bajando de mi
cabeza.
1 MES
MÁS TARDE/DIÁLOGO
no
quiero salir de casa, tengo frío
y estoy
hipersensibilizada
- por
la lluvia?
no… creo
que estoy un poco movilizada por todo esto
de
recordar la inundación,
de
alguna manera me hizo aflojar…
es como
si no se fuera más
el agua
- es como
que vino para quedarse, de esa sensación
si,
pero vino para quedarse como en casa
tomada...
se
quedó sin permiso, y empezó a ocupar espacio de nuestra vida cotidiana
Siento
que ha cambiado -o está cambiando- cosas mucho mas profundas
de lo
que podemos ver
o yo me
siento así, revuelta
A pesar
de todo, el balance post inundación se inclina hacia lo positivo, mucha gente
que estuvo ayudando a mucha gente, mucha distribución de cosas, mucha
organización de lxs vecinxs.
Mucho
sentir ese apoyo también, ese abrazo.
*
Hace muchos días que pasan por
mi cabeza historias, palabras y –sobretodo- sentidos alrededor del agua que
subió a nuestras vidas el 2 de abril. Las palabras son tan incompletas en estas
ocasiones que bajar algo de todo eso ha sido difícil, caótico, parcial… y atravesado
siempre (como ahora) por el llanto. Porque esa noche no era posible llorar,
tanto por desconocer la magnitud como por necesitar del cuerpo entero para
afrontar lo que vendría. No llorar fue parte de una resistencia.
Pero el día después, la semana
después y así los días que siguieron, hasta hoy; donde mi vecindario se
transformó en otro, yo me transformé en otra. Donde día a día ví multiplicarse
en las veredas muebles, estantes, colchones, barro, bolsas, libros, revistas,
fotos, cintas de VHS, casettes, computadoras, canastos, cds, frazadas, zapatos,
escombros, tristezas, manos, sonrisas, escobas, mates, lavandinas, esperanzas,
insistencias… día a día los muebles sacados a la vereda, el barrio transformado
en un tablado de la tragedia. También de la lucha, de la resistencia.
Y el llanto no era más que el
agua que aún bajaba de mi cabeza. Inevitable. Ayer estaba en el gimnasio y la
profe hizo un homenaje, porque una compañera perdió a su marido, porque otra perdió
a su mamá. Tan cercano, tan escalofriante. Porque perdimos tanto y tan
obligadamente. Porque el “perdí todo” de esos días fue un primer impulso de
bajar los brazos, pero fue después un barrio con sus brazos levantados,
cortando calles con los escombros porque la municipalidad no los juntaba,
vecinxs juntándose en la plaza, yendo a otras plazas, dándose voz.
Vuelve a ser un balance
positivo. Cambio obligado de frecuencia. Pero no basta para dejar de llorar
cada vez que veo las fotos, cada vez que siento el agua en mi cabeza. No
olvidar, no quedarse con los brazos cruzados, no dejar de sentirlo en la piel. No
dejar de abrazarnos.
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miércoles, 17 de abril de 2013
La Tierra de las Mantícoras
Me bajé del bondi, lleno de expectativa. Había ya algo que había sentido en el camino, pequeños indicios o gestos, a veces nada más la sonrisa de un paisano o la amabilidad de una 'cholita'. Pero en la soledad y la separación encontré mi camino otra vez, recordé que yo no me estaba deslizando por el suelo como una serpiente, lo mío fue y es un salto de fé; el primer vuelo del búho. Y una vez aquí, en la Tierra de las Mantícoras, un pedazo de paraíso para un alma que fue trabajada por el frío de las montañas, encontré las indicaciones finales de los Mandamás para decirme que me relaje, que vea el atardecer del Mar-alotrolado y trate de nopensar. Es un pedazo de paz, pero también una gran inyección de esperanza.
La arena se mete en todos lados, ¡es tan fina!. Al final del día, incluso después de haberme limpiado la cabeza, encuentro granos de arena entre mi pelo. Es tal cual a los recuerdos. Me prometí dejar de meditar y sopesar los 'qué podría haber sido' y los 'qué podría haber hecho', estos últimos en especial punzantes, y durante un gran lapso de tiempo cumplí mi palabra, hasta que me encontré con tanta tranquilidad y tiempo para volver un poco hacia atrás. Ya no hay arrepentimientos, se me acabó el tiempo y las ganas para ellos. Vuelvo entonces, en retrospectiva. Hay personas que me gustaría ver, para contarles mis hazañas y compartir mi suerte con ellos. Hay menos personas que me gustaría mostrarles las olas, dese un cerro, para que el movimiento nos hipnotice y nos encontremos sin darnos cuenta jugando a ser arrastrados por su fuerza.
Y hay una persona a la que me gustaría abrazar, para susurrar al oído y sacarle la tierra de sus alas, para que también sepa como yo qué sencillo es volar, con la esperanza de que le guste tanto como a mí. Y entonces, tal vez, quiera volar conmigo.
Pero lo mejor y lo peor de estas alas, es que te llevan hacia cielos cada vez más seductores, con corrientes de aire que te tientan a elevarse más y más. Las raíces quedan fijas en la tierra donde crecieron, pero si bien tiran con fuerza... El viento sopla fuerte a cierta altura
La arena se mete en todos lados, ¡es tan fina!. Al final del día, incluso después de haberme limpiado la cabeza, encuentro granos de arena entre mi pelo. Es tal cual a los recuerdos. Me prometí dejar de meditar y sopesar los 'qué podría haber sido' y los 'qué podría haber hecho', estos últimos en especial punzantes, y durante un gran lapso de tiempo cumplí mi palabra, hasta que me encontré con tanta tranquilidad y tiempo para volver un poco hacia atrás. Ya no hay arrepentimientos, se me acabó el tiempo y las ganas para ellos. Vuelvo entonces, en retrospectiva. Hay personas que me gustaría ver, para contarles mis hazañas y compartir mi suerte con ellos. Hay menos personas que me gustaría mostrarles las olas, dese un cerro, para que el movimiento nos hipnotice y nos encontremos sin darnos cuenta jugando a ser arrastrados por su fuerza.
Y hay una persona a la que me gustaría abrazar, para susurrar al oído y sacarle la tierra de sus alas, para que también sepa como yo qué sencillo es volar, con la esperanza de que le guste tanto como a mí. Y entonces, tal vez, quiera volar conmigo.
Pero lo mejor y lo peor de estas alas, es que te llevan hacia cielos cada vez más seductores, con corrientes de aire que te tientan a elevarse más y más. Las raíces quedan fijas en la tierra donde crecieron, pero si bien tiran con fuerza... El viento sopla fuerte a cierta altura
viernes, 12 de abril de 2013
El camino
Jamás hubiera creído que el camino se podía presentar más claro ante mis ojos. No camino ciego, tengo todo un sendero iluminado por la fé de mi alma. Buscando, encontré. Nunca había celebrado tanto una decisión propia.
domingo, 17 de marzo de 2013
hilo/ola de frío
un hilo
de viento colándose
un poco
menos de éxtasis
un poco
más de sabor a miel
risa y
llanto en el momento cumbre
donde
la piedra tiembla
entre
una y otra pendiente
si no
hubiera escrito tanto
acerca
de tu magia
tiemblo
el frío
está acechando mi pecho
¿te
acordás cuando te avisé que me había quedado sin voz?
“no la
escuchás” me respondiste “pero si la tenés”
(me
olvido que no siempre hablamos el mismo lenguaje)
tiemblo
no sé
quién quiere dejar qué.
miércoles, 13 de marzo de 2013
donde nacen los ríos
Subí
hasta donde nacen los ríos
pregunté
a los bosques altísimos
si mi
corazón era como ellos
me
respondieron silenciosamente
escuché
la fuerza de mis latidos
un
martillo en el pecho
pregunté
a las montañas, a veces
oscuras,
desde lejos azules
si mis
pies eran como ellas
me
respondieron en silencio
seguí
andando, sacando fuerzas
de
lugares que no siempre recuerdo
miré
dentro de la profundidad de tus ojos
incluso
cuando estaban dormidos, miré
y les
pregunté por nuestro amor
me
respondieron con silencio
Caminé
hasta donde nacen los ríos
y me
encontré allá/acá
con
todo lo que necesito/lo que soy.
foto: Bere Delgado (Jakob 2011)
http://www.flickr.com/photos/bereduenda/
sábado, 9 de marzo de 2013
Igual te extra;o
Mas raro todavia, aunque logico por desgracia, es empezar a ver los pozos del pasado y como se resucitan, se reaniman, se destapan. Siempre lo supiste, Manuel, mucho antes de ser Buho, que la tierra iba a devolverte aquello que decidiste enterrar. Y ahora, por lo menos, me puedo dar el lujo de respirar, de entender las causas, o por lo menos de sonreir ante mi propia estupidez y caminar por los caminos del corazon. Y extra;ar, incluso sin tener disponible la enie, extra;ar|te|, con la dificultad de no tener un teclado en espa;ol y con la nostalgia de saber que para cuando vuelva, no me vas a querer ver. Pesa un poco esa decision, pero tambien me impulsa no volver, creo que es lo mejor.
Despues de todo, este mundo es pasable, hasta satisfactorio.Pero hay que encontrar ESE lugar, para so;ar tranquilo, para no utopizar, simplemente para amar. Los dias pasan, el alma se eleva, la vida te llena. No esta tan mal... Nada mal...
Despues de todo, este mundo es pasable, hasta satisfactorio.Pero hay que encontrar ESE lugar, para so;ar tranquilo, para no utopizar, simplemente para amar. Los dias pasan, el alma se eleva, la vida te llena. No esta tan mal... Nada mal...
jueves, 7 de marzo de 2013
sábado, 23 de febrero de 2013
serán los días
¿serán
los días, esos que se van
sin que
pueda escribirlos
o los
recuerdos
esa
pelusa imborrable en la mirada?
¿será
quizás el desconcierto
acerca
del día que nace
del sol
que se levanta
la luna
que se hunde
amistades
que se achican
cuerpos
que sienten más punzadas
en la
costura cotidiana?
¿será
el amor que se hace intenso
el aire
que olvido en los suspiros
los
abrazos que nunca son tantos
las
horas con los libros
o
intentando ganar algo de dinero?
los
días, tan maravillosos y únicos
las
palabras tan efímeras e insuficientes
la
memoria, esa bolsita de sorpresas
(llena
de caramelos)
el
deseo de saber qué viene
la
distancia de la muerte,
“el
paso del tiempo” dicen
en cada
cuerpo, en cada relación
dibujando
territorios en el alma
como el
río dibuja curvas
en la
pampa, en su lento viaje al mar
el amor
que es tan intenso
en todo
y en cada instante
la
nostalgia de un mundo de cuna,
de
hamaca y de juegos…
el
desafío de sostenerte por tu cuenta
(en
todo, como sea)
¿seré
yo quién arranca de mi pecho los ríos
por no saber cómo dibujar sus curvas?
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lunes, 11 de febrero de 2013
El Dictamen
Revolviendo cuadernos, encontré estas anotaciones de alguna lectura del i-ching en la casa estrella amarilla con mi amigo Fer. Por algún inexplicable motivo, me parecieron justas para ser compartidas en este momento.
--- --- 17. Tui Chen (Sui)
------- El seguimiento
------- lago-sereno
--- --- trueno-sustantivo
--- --- (la sucesión)-la descendencia
-------
Es propicia la perseverancia, saber adaptarse. ¿Cómo es el movimiento?
No importa la condición, sino la perseverancia. En otoño la electricidad descansa en la tierra, tiempos de oscuridad y reposo. No malgastes tus fuerzas en falsas exigencias.
Las líneas:
1- Adaptación con ideas firmes. Salir del precinto
2- Cautela. No se puede tener todo.
3- Perseverar en las conexiones. Distinguir lo verdadero de lo momentáneo.
4- Libertad del ego.
5- Ventura. Seguir la estrella orientadora.
6- Adhesión. Compromiso. Presentación ante la montaña occidental.
No tolera viejos prejuicios.
Lo firme se coloca por debajo de lo blando.
Sentido del tiempo del seguimiento.
Para que las cosas le sigan a una, primero se debe seguir a las cosas con rectitud.
-la noche- entre el trueno y el lago
Descanso, una nueva acción.
1- Salir de la puerta en el trato crea obras, no se pierde una a si misma.
2- No se puede estar con ambos al mismo tiempo.
3- Adherirse a lo fuerte para perder lo débil, no pueden estar al mismo tiempo. Constancia.
4- La perseverancia trae desventura, el seguimiento implica éxito.
(lo fuerte se haya al final del camino)
5- Seguir la sabiduría.
6- Firme adhesión. Hacia arriba se encuentra el fin. La montaña occidental.
viernes, 18 de enero de 2013
SLM
- Para ti es fácil - resopló, con calma, como si fuera una mañana cualquiera
- No le hables así - intervino Ella, y una pizca de su rostro se oscureció, sombra de su molestia. Siempre menguaba cuando algo la molestaba
- Tranquila - Y con esa simple palabra, ella volvió su rostro y volvió a llenarse de luz. Nadie podía hacerlo tan fácilmente como Él, y el primero volvió a resoplar en silencio, pero se le escapó una brisa al hacerlo.
- ¿Por qué soplas ahora, Mar? - Y el Mar siguió sin decir palabra. ¿Cómo explicárselo a Ella, que con solo voltear al Sol era feliz?
- Ustedes son livianos -
- Nunca entiendo nada de lo que haces, señor Mar, menos de lo que dices - reflexionó el Sol. Era verdad. Y era porque la seguía a Ella, no a ese gigante que nunca se aventuraba a conocerlo, al menos no íntimamente.
- Yo, en cambio, aprecio tus haceres. Aunque no estoy segura de tus palabras. ¿Por qué es fácil? -
- Yo soy la sal de los cuerpos. Mientras ustedes se miran entre sí, reciben los sueños de las personas. Yo cargo sus penas, yo lavo sus lágrimas. A veces los muerdo mientras me devoran. Los veo nacer en Tierra, y muchos yacen conmigo, tal vez para siempre, tal vez para un rato. Y estamos juntos, pero también estamos solos. Se me parecen, creo. Cuando yo muera creo que me voy a ir a donde van ellos, también - la Luna volteó y mostró su lado malvado, con una sonrisa de oreja a oreja pero muy delgada
- Nosotros no estamos solos. Sol siempre me sonríe -
- Cuando eres creciente no me gustas - mintió el Mar. Siempre la miraba sonreír, pero nunca le había sonreído a él. Los pocos momentos que tenían a solas, sin el molesto gigantón exhibiendo sus cabellos, Ella se tapaba la cara de amargura.
- No entiendo de humanos. A mi me gustan los árboles - acotó, y una parte del Mar se revolvió con un tifón, pero ninguno de los dos astros pareció notarlo. Claro que le gustaban los estúpidos árboles. Eran otro grupo de idiotas que se la pasan mirándolo embobecidos.
Pero los ántropos eran interesantes para el oceánico. Cambiantes, amantes, lagrimeantes. Le gustaba pensar que cada uno de ellos llevaba un pedazo suyo dentro, que los acompañaba en sus tristezas, a cambio de también tenerlo de testigos de grandes alegrías y de amores galopantes. Eran diferentes. Y, como él, estaban solos. Y la Luna que insistía en ir de acá para allá, y Mar la seguía queriendo abrazarla. Pero Ella danza con la Tierra y le sonríe al Sol.
Cuando llueve, Mar quiere ser humano, y quiere que la Luna sea humana. Así podría susurrarle espuma, tocarla con sus corrientes más cálidas, acariciar su cabellera blanca y abrazarla dentro de una utopía, de esas que se comparten, que nunca terminan, incluso cuando terminan. Y cuando la besara, la lluvia sería salada.
Deben ser las penas de las personas, que de una forma u otra, crean un almapersona. Pero el Mar calla, sopla, y rompe en las costas, como una mañana cualquiera.
domingo, 6 de enero de 2013
Se acabaron las excusas, las anclas, los pozos y las utopías. Basta de pasadizos, de secretos y sobre todo, de máscaras. Ya no se me estruja el estómago, ni me sube la sangre a la cara, soy más libre que nunca y planeo serlo aún más. Ya puedo sentir la brisa. Cuánto tiempo me tomó entender que no estoy solo, que nunca lo estuve, que no me falta una parte de mi alma. No todo encaja, somos redondos, y no todo es para todos. Tal vez el tiempo me sorprenda, o no. Hay que ver más allá, hay que no sólo saber si no también ejercer.
Te extraño a vos, y también a él, y también a ella, y también me extraño un poco a mí Pero no se puede elevarse si dejar el suelo atrás, y ya de tanto polvo no veo bien.
Libre
Feliz
Sin nada
Así que con todo
Te extraño a vos, y también a él, y también a ella, y también me extraño un poco a mí Pero no se puede elevarse si dejar el suelo atrás, y ya de tanto polvo no veo bien.
Libre
Feliz
Sin nada
Así que con todo
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