viernes, 25 de marzo de 2011

soy...


Soy eso que regresa
cuando los pies se cansan
y el aire se aquieta
soy ese rumor violento


cuando la cascada se congela
y el cielo se esconde
cuando vuelan pocos pájaros
y las bombas derrumban tus ojos


Soy yo, gritando
para despertarte de la pesadilla
soy esa magia de lo imposible
que destroza las verdades


cuando llueven sapos y represiones
y los paragüas son de cartulina
cuando la reina juega al polo
con nuestras cabezas de ovejitas


Soy la imagen desnuda
que canta en el alma
soy la noche de las ideas
que te recuerda el olvido



Una vez que haya llegado
                  …seré sólo camino.

domingo, 20 de marzo de 2011

Búho

Antes, cuando tenía frío, me abrigaba. Y prendía luces en la noche, y me alimentaba de comida normal. También me refugiaba en el calor de los cuerpos, y dormía pensando en las charlas que había tenido en los últimos días. Pero hoy no es nada de eso. Hoy, ayer, y también mañana, las cosas cambiaron su forma, la naturaleza de mi existencia se vio transformada. No importa el porqué, es un libro perdido y un casette destruido. Es pasado, y el pasado es memoria, la memoria es subjetiva. Una carga que todos llevamos, para bien o para mal. Es por eso que mi piel se enfrió. Es ahora que me siento envuelto en la brisa helada que se escurre a mi alrededor, encuentro la paz en esa gélida corriente que calma mis calambres, obtenidos por mis pasos en esta tierra tan inestable. Mis ojos se acostumbraron a la penumbra nocturna, a esa magia invisible que atrapa y atrae a las personas, mediante sueños, risas, caricias, incluso arriesgo pasión. Es la noche que nos ofrece con generosidad su vientre para que nos olvidemos del mundo con sus luces cegadoras, abrasantes e interminables, todo con el precio de morir junto al alba, de que el clímax se esfume en su mejor momento y nos demos cuenta de que la energía deja de fluir en nuestras venas, dilatadas por el placer oscuro de estar bien. El último sabor que nos deja es la promesa de volver a nacer más tarde.
Mi alimentación consiste en almas. Humanas. Las devoro con la ambición característica de la juventud, con obvios agregados personales. No tengo remordimiento porque me siento muy distante a todas esas almas, no porque sea diferente sino porque estoy en una curva diferente. Lo hago por necesidad, no tienen un sabor particularmente agradable pero me mantienen vivo. O existiendo al menos. No es necesario quitárselas para tenerlas. Simplemente me acerco, no mucho, sin hacer ruido, finjo estar pensando en cualquier otra cosa, incluso otorgo algún saludo cordial acompañado de una leve sonrisa, para parecer más antropomorfo, y cuando voltean el corazón a otro lado muerdo su existencia. Uso los labios primero, para suavizar el impacto y anestesiar el paso de los dientes. Y sigo caminando, masticando levemente para disimular. Eso es todo. Una pequeña parte de una vida que nunca voy a conocer, ni probar nuevamente. Pero es suficiente para seguir caminando.
Ya no busco el calor de los cuerpos, porque quema demasiado. Me refugio en la tibieza del sentirme parte de otra persona, saber que existo en otro mundo que no sea el mismo. Aunque sea un extra, estar en la película es suficiente. Porque no aparezco en los créditos, ni reconocen mi actuación, pero aún así yo puedo verme y sonreír y señalar y decir "ahí estoy". Son esos placeres pequeños y que te pueden alegrar un buen rato. Es como uno de mis más mezquinos placeres, el más egoísta y uno de los más oscuros: tomar una gaseosa fría arriba del colectivo repleto en un día muy caluroso. Ya me dijeron de todo, pero aún así me gusta.
Duermo en una mezcla de sensaciones que no voy a describir. Mi sueño se volvió algo que no puedo entender del todo.

Pero no es tan malo. Tanto frío me volvió sensible a las fuentes de calor. La oscuridad de la noche me enseño a disfrutar de la luz de la luna, a fluir con su suavidad y su naturaleza cambiante. Mi nueva dieta me hace disfrutar de las buenas comidas. Y reflejarme en otros mundos me hace sentir el valor de aparecer en los créditos.
Después de todo soy un búho. Abrazar este vuelo solitario es aceptar mi propia existencia como una auténtica vida. Me tocó ser algo diferente. Un antropobúho. ¿Qué tan terrible puede ser?

martes, 8 de marzo de 2011

Carnaval de mi barrio, la fiesta de la inversión



Año 2010. En el festejo del bicentenario lxs murguerxs postean en sus feisbuks el videíto de la presidenta con galera intentando bailar murga. Unos meses después a Cristina se le pianta la idea de regresar al calendario el feriado de carnaval que la dictadura del ´76 aniquiló.
Comienzos de 2011, el circuito de corsos llenó la agenda durante un par de meses y los medios quieren al carnaval, lo promueven y ovacionan. Circulan frases como “el regreso de la alegría”, el momo que “re-estrena con su antiguo esplendor” y permite recuperar la magia que unas decenas de “entusiastas” mantuvieron durante los 34 años sin feriado.
En la ciudad de las diagonales la previa sucede en Plaza Moreno, un evento más de la municipalidad que colma la plaza de gente curiosa. El corso “oficial” es en meridiano quinto. Organizado por el colectivo platense de murgas estilo uruguayo y por el Centro Cultural Estación Provincial, quienes se dedicaron previamente a hablar con la gente mayor del barrio, recolectando recuerdos de los festejos de antaño para, de alguna manera, restituirlos en un nuevo contexto.

Así es que se vienen los corsos: geniales porque son grandes y tienen muchas cosas lindas, comparsas, murgas, espuma… pero triste porque sólo cuando de arriba mandan la orden del feriado a lxs políticxs se les ocurre hacer un festejo "popular" (vale recordar las posibilidades turísticas y los beneficios económicos del fin de semana largo, que es, por supuesto, un lujo que sólo una parte de la población puede disfrutar). Triste porque lo que se resalta es la obtención del feriado, pero se olvidan los años de corsos censurados, de las burocracias interminables para poner un sonido o cortar una calle por un rato, de la persecución y la intolerancia hacia muchas agrupaciones de carnaval por expresarse en la vía pública. Triste y también ofensivo hacia el trabajo de hormiga que busca hace años contagiar el sentimiento carnavalero, generando espacios de encuentro en la calle. Años de autogestión y lucha que se clausuran con la obtención de un feriado, que es sólo parte de lo que realmente se busca.   
           
Carnaval. Fiesta de la inversión por tradición, momento donde todo se da vuelta y los roles cambian, los cuerpos cambian, las leyes cambian. Momento de abandonar las rutinas, de encontrarse en un espacio público y compartir lo que se tiene. No es un feriado, es un sentimiento. Los corsos de siempre, los que no se dejaron de hacer y se vienen construyendo año a año, también están presentes, aunque no gozan de los auspicios masivos, y se laburan desde el corazón. Señora vecina, señor vecino: vaya a darse una vuelta por Berisso, por Villa Argüello o por El Rincón… y contribuya con su ladrillito!
           


>> Un plus que proviene de la Murga Caidos del Cordón:

Manifiesto de Carnaval
Sobre el ARTE y la MURGA como espacio de arte


Para hablar del Carnaval y hablar de la Murga el camino es libre para cualquiera que desee hacerlo; haya “investigado” mucho, poco o nada. El Carnaval se vive.

La Murga y el Carnaval tienen un sentido y un sentimiento popular, en contra de lo que diga cualquier defensor del control estatal o de cualquier otro poder soberano.

El Carnaval es callejero. No se aprende ni se aprehende en ninguna Institución: se hace haciendo.

El Carnaval es libertad. Alteración del orden social establecido visible e invisiblemente. Ruptura del modo cotidiano (“normal”) de hacer, ser, decir, actuar. Espacio físico y social de expresión sin normativas. La fiesta de la anomia. El mundo del revés.
Carnaval es sinónimo de Murga. Murga es sinónimo de Carnaval. Son espejos.

Por tanto hay que tomarse el atrevimiento de pensar y vivir el Carnaval libremente. Carnaval de Murga, Carnaval de Arte, Carnaval de Gente, Carnaval de Candombe, Carnaval de Comparsa, Carnaval de Batucada. Y etcéteras de carnavales.

“La Murga” no es una. “La Murga” no es homogénea. Murga(s) se construyen de distintas maneras, acá, en el barrio, en el centro, en las capitales, en las provincias, al norte, al sur, en otros países… en las personas, en las cabezas, en los corazones, en las manos. Con otros nombres.

Comprendamos la diversidad, no la condenemos.

Celebremos las místicas populares, sean de donde sean. Seamos carnavaleras y carnavaleros también para pensar, decir y actuar en nuestras vidas cotidianas.

El Carnaval es Arte y el Arte es Carnaval. El Arte no tiene principio ni fin.

El espacio popular es el espacio público. Es nuestro espacio compartido. Es nuestro. El Carnaval, el Arte y la Murga y los etcéteras populares tienen su lugar de encuentro y expresión en la calle, en las plazas, en los paseos, en los espacios naturales (que también son nuestros). No hay límites para la libertad.

La Historia no es una. El Carnaval no es uno. El Arte no es uno. No son homogéneos. Podemos elegir un pedazo, hacerlo ver, levantarlo sobre el resto en nuestros brazos o agitarlo en una bandera… siempre quedará un lado oscuro. No hay que ser eruditos/as para saberlo. Historia(s), Carnaval(es) y Arte(s) se construyen de distintas maneras.

El Arte es un fin en sí mismo. Ese fin tiene una vocación política y social clara, aún cuando pretende negarse. Pretender, ocultar, negar, mostrar, decir son intenciones que subyacen. La evidencia es el Arte mismo.

En el Arte se canalizan sentimientos y pensamientos de una persona o de un colectivo de personas, ambas sujetas y atrapados de/en una historia y una sociedad y cultura determinadas.

Hacer Arte y decir que es por “mero” sentido artístico es una decisión, política y social. A lo sumo podemos dudar de la transparencia del hacer, el decir y el decidir.

La Murga es Carnaval. El Carnaval es Arte. La Murga, el Carnaval, el Arte son fines y son decisiones, son canales históricos y son expresión de la libertad creadora en el seno de una sociedad y una cultura.


jueves, 3 de marzo de 2011

Confesión (bajo un techo de estrellas, una noche de viento sur)



Haré el intento de describir qué es lo que me sucede. 

Me siento confundida. A ver, como tantas otras veces, me paro en medio del camino y empiezo a mirar para todos lados, de repente ya no hay camino sino selva, o desierto o bosques que se elevan a mi alrededor y la luz del sol se me acerca a través de callejones que nacen entre las ramas en la altura. De pronto mis pies son raíces, son piedras calientes a la orilla del mar, son ojos y también son aire, pequeñas gotas de rocío que se espiralan alrededor de la nada. Como tantas otras veces, me pregunto cuál carajo es el motivo de ser sirena, de andar descalza o de volar bajito. Cuál el sentido de las espirales sobre mis propios intestinos, cuál el de los dedos extendidos al infinito. Las palabras flotan como colibríes veloces, hambrientas de pensamientos fugaces, de recuerdos refulgentes y de deseos improbables: discursos estereotipados, obtenidos de las enciclopedias y de los tratados eternos de vida razonada; se disputan en el aire con los discursos frágiles de los sueños, pedacitos de espejos, de piedritas de colores y caracoles de ningún lado.

Pasión y pociones mágicas. La pasión tal vez la vida misma, el aire que huele más rico en otoño, los árboles que se escapan del cemento al cielo, los ríos que nacen –profundos- en el vientre de la montaña, el amor que me abraza a la mañana y convierte el despertar en un nuevo sueño, el fuego que danza alrededor de mi cuerpo, la historia del mundo y de los sentimientos que en él habitan. Pociones mágicas que se apilan en la cocina de mi alma, recetas de las secretas y de las que son placenteramente compartidas, brebajes dulces y amargos que chocan sentidos bajo la luna llena, pedacitos de papel repletos de tintas y acuarelas, repiques dentro del corazón, cueros que se arquean en la planta de los pies, purpurina de colores en la almohada.

Enciclopedias eternas que me asoman a las ventanas de otros vecindarios, a veces indiscretas, a veces mentirosas, siempre se aparecen frente a mi (o me encuentro ante ellas, las ventanas) con un espesor delgado que parece ocultar la fragilidad de lo lejano: cuántas de esas ventanas muestran el interior de la vida misma es algo que no puedo comprender del todo. Mirar por ellas es fascinante. Puedo sentir que algún día construiré mi propia ventana y puedo creer que será diferente, que estará abierta de par en par y sus cortinas serán de flores. Una ventana al infinito que invite a pasar a cualquiera, que proponga el fin de las ventanas finitas.



Me doy cuenta de que algo me ha pasado verdaderamente luego de que ha pasado un tiempo de aquello que sucedió. Pasar refiere a una acción, a una idea, a un sentimiento y hasta a una intuición. O a cualquier collage de un poco de esas cosas.

Por ejemplo, entre tantas otras cosas:

Me ha sucedido la montaña.
Me ha sucedido la murga.
Me ha sucedido la antropología.
Me ha sucedido el amor.

La montaña como la antropología son largos caminos, por momentos áridos y por momentos verdes y caudalosos. Caminos que enseñan tantísimo y que se pueden volver a recorrer y descubrir lo que en ellos se halló en un viaje anterior. Son viajes constantes sobre unas huellas de alguien que ya los transitó. Senderos marcados en el mundo porque fueron considerados un posible camino para llegar hasta arriba. Llegar arriba en la montaña es llegar abajo de la cúpula de las estrellas, es descubrir lo pequeña que soy en el universo y lo valioso que es mi cuerpo, mis piernas que me llevaron hasta allá… llegar es empezar de nuevo.
La murga y el amor son vuelos eternos. Su huella no marca caminos sino paisajes. Aquello que se ha recorrido es hoy una mezcla de aromas en la piel, una onda de vibración en la sangre, un destello en los ojos abiertos y un cascabel en la sonrisa. Podrían no volver jamás, pero nunca se habrán ido del todo. Son tan parte de mí como lo son mis uñas y mis callos en los talones. Puedo cerrar los ojos y girar, elevar los brazos, saltar, mojar mis labios y abrir por completo cada uno de mis poros -puedo sentir la murga y el amor adentro mío- pero no pueden sucederme con un simple recuerdo grabado en el cuerpo y el corazón: hace falta un bombo, una mirada cómplice, unas manos agitando el cielo, unos pies retumbando sobre la tierra, una voz gritando ¡libertad!, un par de ojos que se cierran con un beso, un cuerpo que me otorga su peso, una mano alrededor de la cintura, un adiós y un encuentro, un día de sol en la plaza y una lluvia torrencial que nos agarre desprevenidos.



Hoy me ocurre que no sé bien qué sucede realmente. Hasta dónde la imaginación se lleva el aire de mis pulmones, hasta dónde la ciudad me obliga a circular por las sombras. Sociedad y Soledad. Un subibaja de decisiones que me tiene como pivote. Una autoridad que reclama ser autoconstruida, que  indaga discursos y separa. Separa-me de mí. Separa mis sueños de mis realidades. Una yo que aún desconozco y que aún no puedo decir que me ha sucedido. Porque está en el camino, pero el camino se ve desde arriba, desde lejos o desde algún otro punto de vista, pero tengo puestos los anteojos, tengo un gorro que me hace mediasombra, un corazón que late impaciente y unos pies que no se permiten descanso. Mi propia autoridad sobre mi ejercida, señalándome con el dedo como no se debe. La miro y veo lo fea que se ve. Hasta que la pierdo de vista en el azul del cielo entonces ya no se cuál de las dos, de las tres, de las mil, está mirando y cuál está señalándome con el dedo.

(aquí llega la parte en donde todas me aborrecen, todas me parecen inútiles y tan falsas como la realidad, hasta los sueños son mentiras de las otras caras de mi misma, hasta los recuerdos son puras hojas de margarita jugando al me-quiere-no-me-quiere, hasta el amor es un arroz con leche que se pega en el fondo de la olla y la última cucharada sale negra y con mal gusto, hasta la antropología es un teatro de marionetas donde juego a la cenicienta)



Entonces me vuelco desesperada a este teclado, pequeño refugio que también se pone en duda, pero cuya noble tarea de registrar esta locura lo salva de toda hoguera.

 Quise intentar describir lo que me sucede. No se qué me ha sucedido.