viernes, 31 de agosto de 2007

vacíos


Las palabras no sirven de nada.

No llegan a dejar ni un poco de esta piel de gallina, del viento frío y el sol tibio que se esconde. Hay dos edificios altos y entre medio de ellos un pasillo naranja que llega hasta acá, la plaza, extinguiéndose lentamente.

Nada puedo decir, no me alcanza el inmenso universo que me rodea para reprodcir, o al menos simular que, este pequeño momento.












(Alguna vez tuve un ángel guardián, frente a la puerta como las esfinges de La Historia Interminable: pregunta acertada o mueres fulminado. Hoy me olvidé de los acertijos y de las esfinges... estoy lejos, en una ciudad que relampaguea y mis ojos se conforman con la gelatina imaginaria. Las calles se inundan... y el río se hace voz de mis ojos.








El agua... se lleva las lágrimas que no derramo cuando las necesito, cuando necesito el dolor, un baño fresco de soledad para reverdecer en un nuevo día, en nuevas dudas, nuevas risas, nuevos soles entre los edificios).











Me ex-presiono en la simultaneidad de la palabra y el pensamiento y sintetizo en un canal la desdicha y la pasión, la curiosidad y el hartazgo. Emociones virtuales en vísperas de la desolación.








Y no me alcanzan. Porque no alcanzan a decir las miles de palabras de este reducido espacio. Y termino en el renglón y no hubo nota al pié.


Quedó finalizado, muerto entre los paréntesis. Pero continúa vacío.


Las palabras no dicen, simplemente dibujan garabatos, se recortan en el cielo del atardecer como ramas de un árbol caduco.








Y en tu cabeza, lector, en tu voz imaginada, se cansaron de ser eco...


sólo queda un escape, un punto de fuga, una salida de emergencia, un frasquito que dice "bébeme" y aunque la llave todavía está en la mesa de cristal podés nadar para salvarte... sólo una posibilidad para éstas letras partidas: llenalas ¡por favor! con tus más bellas experiencias.


A mi no me sirven,


de nada.

domingo, 26 de agosto de 2007

...en el fuego




Circuela Cuchulifa que pasea en biciclutez, vuelve apresurada a mirar por la ventana mientras se seca las manos en el delantal, para cuidar que el cerdo que esconde el vecino no les quite, otra vez, la comida a sus perros.
Destapa la olla y el arroz yamaní borbotea.
Boinado lee una revista de historietas de historias de arroz con pollo y ciudadanos que miran la TV.
Se mueve porque el aroma de la cocina lo marea y en vez de leer "arroz con pollo" lee "espinacas" y en vez de ver caritas de ciudadanos que miran la TV ve Cuchulifas por todos lados.
Revista abierta hacia abajo, mirándose con la mesa, el humo de una colilla que sube despacio y Boinado atravesando la breve distancia entre Circuela y él.
Circuela Cuchulifa filosofogando sobre la alimentación de los cerdos (preguntándole a sus otras yos si sería una buena trampa darle arroz yamaní a los perros) es interrumpida por la mano del Boinado, con su breve poesía de bolsillo, con su música de calleja; que rodea su cintura y le invade la estática vagabundez con un beso en la nariz.
Lo mira y le sonríe y revuelve con la cuchara de madera.
Juntos revuelven charlas y a modo de conclusión, de episodio visible, intercambian un par de palabras, de la estirpe de las que esconden el gran iceberg de sentimientos.
- ¡Qué rico olorcito a comida!
- Y qué leías, ¿el de Hugo Sami?
- ¿Cuál cerdo? ¡¡Los vecinos nunca tuvieron mascotas!!
-Pero estoy más que segura, se mete en el jardín a la noche y se revuelve las sobras...
- Mirá si van a pasar tantas cosas sin que nos enteremos... nos quedamos toda la noche mirando si querés.
- Mirarte a los ojos, me encanta, pero me gustaría dormir porque mañana me toca pasear y no arreglé mi biciclutez.
- Si no te animás... después no me vengas con falsofofadas.
- ¡¿Cómo que qué?! Mejor así no vengas más a comer, ya no me importa.

El arroz se empieza a pegar en el fondo de la olla y Circuela Cuchulifa reacciona. Suena el timbre. Corre al espejo del baño, se acomoda el flequillo y revisa el aliento. Se mira de nuevo al girar para asegurarse de que ésa era la pollera correcta.
Intenta una disimulada seriedad y baja el picaporte, con una sonrisa de oreja a oreja. Llegó el Boinado.

lunes, 6 de agosto de 2007

Sueños II :... Sobre sueños, ensueños y no sueños.



Todos habitan en los laberintos interiores, en la memoria, en las palabras, en el estómago.

Me acuerdo muchos de los sueños de mi infancia, aunque uelo olvidar qué pensaba y sentía de ellos: hay pensamientos y sentimientos que nunca se guardan en la cajita de los recuerdos.



No recuerdo cómo era la risa cuando tenía 10 años.







Hay sueños que se caen al piso y se chocan con la vereda (aunque yo esperaría que reboten o la atraviesen, al final de cuenta son sueños, ¿no?). Y se descubren a sí mismos como no-sueños, también llamados de otras formas, como realidades, compromisos, verdades, el mundo del hoy, el de los noticieros.

Está bien que caigan, es preferible perderlos.

De éstos hay de sobra.








Hay sueños que vuelan como globos de helio, se van a jugar con las nubes o con un pajarito. Si es verano les gusta volverse burbujas en la plaza y en otoño se dejan llevar por las lluvias torrenciales. Se escapan y descubren que tenían forma de ensueño, con alas cortas pero brillantes, con manos fuertes pero impacientes.

Nacieron para volar y transfigurarse, para vagar de soñador en soñador, no sin antes de marchar dejarles una sonrisa en el alma.

En parte quedan y en parte se van.

Si uno por casualidad descubre un ensueño, no debe despreciarlo ni abusar de él: sólo es recomendable disfrutarlo mientras se quede cerca, porque se irá sin avisar.







Hay sueños que tienen fuerza propia, manos, alas, miradas gigantes. Te hacen sentir que te caaés o que estás volando de verdad y no sabés si creerles, porque parecen ensueños y también realidades.

Pero resulta que ahí están de nuevo, cosquilleándote la panza o empujándote a ir un poco más. No se vuelan ni se caen.

Son nubes, burbujas y plumas, que te envuelven y juegan con tus sentidos, se ríen de tus pensamientos y se esconden atrás de los árboles. No se perden ni se olvidan, son como una sombra, a veces invisible a tus ojos, que te acompaña siempre.

Sueños de toda la vida, tan pero tan grandes, que atraviesan la noche y la almohada, que se despegan de tus ojos y le hablan al corazón, caminan con los pies y abrazan con las manos.

Quien descubra que los ojos, los pies, las manos y los latidos están apretando un sueño; no debe olvidarlo, no debe despertar: recomiendo mantenerse siempre soñando.